domingo, 1 de noviembre de 2020

Aproximarme a la Casa Común: la Naturaleza como Prójimo


El pasado sábado participé como invitado en un conversatorio en línea sobre el Cuidado de la Casa Común en el marco de un encuentro virtual de jóvenes latinoamericanos convocado por la comunidad ecuménica de Taizé en Alagoinhas, Brasil.

La lectura central del encuentro era la parábola del Buen Samaritano. La tradicional pregunta de ¿Quién es mi próximo? se había reformulado la pregunta por ¿a quién me aproximo? ¿a quién me hago cercano?

Me invitaron a reflexionar y compartir mi mirada respecto a la posibilidad de entender la naturaleza como prójimo.  Dado que contábamos con traducción no simultánea al portugués, debía hablar con frases breves, lo que me permitía desacelerar mi habitual atolondrado modo de hablar y pausar mientras el traductor traducía al portugués me permitía pensar mejor lo que iba a decir, entrelazando pensamientos basados en pensamientos de Joanna Macy, Daniel Christian Wahl, Francisco de Asís, entre otres. Voy a transcribir aquí algunas de las reflexiones que compartí en aquella instancia.



Muchas gracias por esta presentación. Es para mí un gran honor compartir con ustedes. Siento un gran cariño por la comunidad de Taizé. Participé en muchos encuentros en Taizé (1997 y 1998), en Barcelona (2000), en Cochabamba (2007) y Santiago de Chile (2010). Nací y crecí en el País Vasco, en el Norte de España y llevo 20 años de mi vida viviendo en Chile.



Por mi  trabajo como facilitador de procesos de diálogo para la sostenibilidad, con frecuencia debo viajar y conocer diversos territorios. Cuando trabajo escuchando a las comunidades, escucho el dolor de las personas que viven más cerca de la tierra. Escucho el dolor de los campesinos, escucho el dolor de los pueblos originarios y de las comunidades locales. Escucho cómo se preocupan cuando los ríos se secan, cuando sus animales se mueren por no tener agua, cuando se preocupan cuando los glaciares se derriten, cuando los océano se contaminan por plásticos. Me toca recorrer desde el desierto de Atacama hasta la Patagonia en el Sur, en las comunidades de alta montaña y sindicatos de pescadores artesanales. Y allá adonde voy, encuentro gente humilde, empobrecida y dolida por el dolor de la Tierra.



Por eso, esta pregunta de ¿a quién me aproximo? es una pregunta muy profunda que abre el corazón. A veces creemos que las zonas de sacrificio, los territorios donde las comunidades sufren por la contaminación están muy lejanas. Cuando vivimos en la comodidad de la ciudad, no vemos como prójimo a las zonas de sacrificio. Y es muy importante sentirlas próximas. Acercarnos a ellas para sentir su dolor. 

Cuando nos conectamos con otro, también nos encontramos conectamos con nosotros mismos. Cuando nos conectamos y vamos al encuentro de la naturaleza, también nos conectamos con nosotros mismos. Por tanto, es una experiencia religiosa. Conectar con la gente y conectar con la naturaleza es una experiencia que re-liga, re-conecta, que nos conecta con uno mismo, y con Dios. Por eso escuchar el dolor de la Tierra y escuchar el clamor de los Pobres es también escuchar nuestro propio dolor. Y solo sintiendo es dolor es posible avanzar hacia la esperanza. Una esperanza activa. No solamente una esperanza pasiva de quedarse esperando, sino una esperanza en acción. 


Cuando enseño Sustentabilidad en las universidades, muchas personas que trabajan en empresas me preguntan cómo contaminar menos, cómo reducir su impacto ambiental. Y a veces respondo que contaminar cada vez menos sigue siendo contaminar, así como robar cada vez menos sigue siendo robar.

Ha llegado un momento en que la Sustentabilidad ya no es suficiente. Es muy importante, pero ya no es suficiente. Es importante avanzar hacia la Regeneración.

Recuerdo la historia de Francisco de Asís, cuando se encuentra frente a la cruz de San Damián y escucha que Dios le dice "Mi casa está en ruinas. ¿No ves que mi casa se derrumba?" Y Francisco pensó que tenía que arreglar esa iglesia. Después cuando volvió, después de un tiempo de haber arreglado aquel templo. Francisco escuchó de nuevo la voz: "¿No ves que mi casa está en ruinas?". Y ahí entendió que no era solo aquel templo, sino que era también la Iglesia. Hoy, nuevamente, cada vez que viajo y converso con la gente empobrecida que siente el dolor de la Tierra, escucho esa misma voz que pregunta: "¿No ves que mi Casa está en ruinas?" pero ahora es la casa común que está en ruinas.


Cuando lo conectamos con la lectura de hoy del Samaritano, leemos que el Samaritano, "se acercó y curó las heridas". Entonces ¿Qué significa hoy reconstruir la casa común? ¿Qué significa sanar las heridas de nuestra Tierra?

Para mí significa acercarme a la tierra. meter las manos y los pies en el barro, arremangarse, y ponerse en acción regenerativa. La Naturaleza tiene la capacidad de regenerarse, pero los humanos estamos reduciendo las capacidades de la Naturaleza para regenerarse. Por eso es importante dejar de hacer todo aquello que disminuye la capacidad de regenerarse de la Naturaleza, y ponernos en acción para ayudar a reconstruir las condiciones que sostienen la vida.


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