martes, 13 de junio de 2017

NEGOCIOS SOCIALES EN LOS ALBORES DE LA CUARTA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL

Negocios SocialesAún recuerdo la primera vez que escuché estas dos palabras juntas. Fue en una inspiradora conferencia de Muhammad Yunus en la Estación Mapocho en Santiago de Chile en 2003, organizada por la red local de microcrédito. Reunido ante centenares de jóvenes, el fundador del Grameen Bank, el llamado banquero de los pobres, uno de los impulsores del movimiento mundial del microcrédito, nos invitaba a accionar el poder de los negocios para enfrentar desafíos sociales.  Han pasado más de 14 años desde aquel día.


Se define algo social como aquello perteneciente o relativo a la sociedad, o las relaciones entre sus miembros. Mirándolo en perspectiva, dado que todos los negocios ocurren entre personas, dentro de una sociedad, todos los negocios, en teoría son sociales.  Sin embargo, esta distinción de negocios sociales aparece para diferenciar el propósito superior del negocio, más allá de la maximización de utilidades, orientándose a resolver una problemática social.

Inicialmente bajo el concepto de “Economía social y solidaria” cabían las sociedades cooperativas, las iniciativas de comercio justo, y otros proyectos alternativos de organizaciones no gubernamentales y entidades sin ánimo de lucro. Recibía esos apellidos frente a la economía pública y la privada. En los 90 eran pioneros los intentos de aplicar métodos de gestión propios de la empresa privada al denominado tercer sector. Aparecían investigadores, programas formativos y hasta consultoras especializadas en ese ámbito.

En Reino Unido en el año 2005 se introduce la figura jurídica de la Compañía de Interés Comunitario (CIC). Del 2006 en adelante, van tomando fuerza y visibilidad las iniciativas de Fundación Ashoka que va visibilizando a sus agentes de cambio como “Emprendedores sociales”. Con el lema, “Everyone can be a changemaker” busca inspirar a una nueva generación de personas comprometidas con la transformación de su sociedad. En ese año se publica el libro “Cómo Cambiar el mundo. Los Emprendedores Sociales y el poder de las buenas ideas” de David Bornstein. Ese mismo año también se crea B-Lab, la organización que después impulsaría la certificación de B-Corps. La Fundación Schwab comienza a premiar a líderes destacados como emprendedores sociales en el Foro económico de Davos. 

En el 2008, cuando decenas de personas contribuyen a elaborar el libro “Business Model Canvas generation”, destinado  a facilitar la innovación en modelos de negocio, pocos podían imaginar cómo iban a cruzarse estas dos tendencias de innovación en negocios y de emprendimiento social. En ese tiempo, todavía estaba en boga la “fortuna de la basede la pirámide”, término popularizado por un artículo de Prahalad en la revista de Harvard, haciendo referencia a la oportunidad de negocio escondida en los miles de millones de personas viviendo bajo la línea de la pobreza.

En el ámbito corporativo, cuando en 2011 Porter y Kramer tratan de instalar el concepto de “Creación de ValorCompartido” para dejar atrás  la “Responsabilidad social empresarial”, otros comienzan a hablar de negocios inclusivos. Poco a poco las memorias y reportes de RSE pasan a denominarse reportes de Sostenibilidad  / Sustentabilidad (en algunos países latinoamericanos), y tímidamente van incorporando los indicadores que surgen del Global Reporting Initiative. En paralelo, se avanza con el consenso global para la  guía ISO 26000 de Responsabilidad Social.

Con el aumento de ONGs y Fundaciones que comienzan a diseñar modelos de negocios para auto-sostenerse, grandes empresas que comienzan a crear fundaciones para gestionar sus aportes al desarrollo local, nuevas empresas sociales lucrativas que buscan generar impactos sociales positivos, se va configurando la emergencia de un cuarto sector, de propiedad privada pero de fines públicos.
Desde la política pública se comienzan a inyectar fondos para enriquecer un ecosistema de emprendimiento e innovación, en el que se va configurando un nicho de emprendimiento e innovación social, en el que se van articulando simultáneamente universidades, organismos públicos, entidades privadas, sociedad civil organizada, emprendedores y agentes de cambio.

En la medida que el movimiento va ganando momentum,  van apareciendo términos como economía colaborativa, economía circular, economía consciente, economía sagrada, economíadel Bien Común, la economía B… cada una con sus impulsores, sus comunidades y sus campañas.  Un importante hito se dio durante 2017 en el Foro NESI de Málaga, agrupando a todas estas tendencias dentro del concepto de “Nueva Economía”.

Finalmente, más allá de los apellidos y las nomenclaturas con las que se etiquete el fenómeno, es importante darse cuenta de la relevancia histórica que tiene. La revolución industrial de Londres a fines del siglo XVIII y principios del XIX no fue planificada por un gobierno ni diseñada por una política pública, ni duró un solo periodo político. Se alargó varias décadas, atravesando a varias generaciones. Fueron centenas, miles de pequeños emprendedores en sus talleres  aplicando pequeñas innovaciones que les permitían las nuevas tecnologías y sus nuevos inventos. Si bien hoy esta nueva economía de los negocios con propósito social aparece con un porcentaje marginal, en la frontera de vanguardia, son los pioneros de un nuevo paradigma que está abriendo campo para nuevas generaciones de emprendedoras y emprendedores con sentido. La denominada Cuarta revolución industrial, que hace unos años ya Peter Senge denominaba “La Revolución necesaria”, no solo estará dominada por la robótica, la inteligencia artificial, el BIG data y la computación infinita. También deberá ser circular, con propósito, colaborativa, cuidando el bien común, basada en energías limpias y con rostro humano. Es más, la cuarta revolución industrial será social –y sostenible- o no será.