domingo, 21 de junio de 2020

La pieza que faltaba



Hace años, cuando vivíamos en las montañas, mi mujer me regaló un rompecabezas de quinientas piezas, que representaba un mapamundi antiguo. Durante semanas, en aquella pequeña cabaña de madera rodeada de nieve, en la cordillera de los Andes, pasamos nuestros ratos libres completando aquel rompecabezas. Sin embargo, cuando estábamos a punto de terminarlo, faltaba una pieza. Cuando llegó el tiempo de mudarnos, tuvimos que desarmarlo y volver a meterlo en una caja. Durante los años siguientes, con la convicción de que faltaba una pieza, nunca volvimos a abrir aquella caja.

Quince años después, en plena cuarentena, durante la pandemia global del 2020, nuestros hijos descubrieron la caja en algún rincón de nuestra bodega. Durante un fin de semana, nos sentamos en familia para recomponer aquel mapamundi, sumando una a una cada pieza del rompecabezas. Cuál fue nuestra sorpresa cuando nos dimos cuenta de estaban todas las piezas. ¡No faltaba ninguna! Había estado completo por tantos años, pero durante demasiado tiempo sostuvimos la creencia de que estaba incompleto.


martes, 16 de junio de 2020

Pequeño Colibrí



¿Para qué bate sus alas el pequeño colibrí?

Para volar de flor en flor,
para su néctar libar
y poder disfrutar
de cada aroma y sabor.

¿Para qué liba las flores el pequeño colibrí?

Para sus alas batir
para su cuerpo mover,
para su corazón latir,
para en libertad vivir.

¿Dónde irás, pequeño colibrí,
esclavo de tu volar?

lunes, 8 de junio de 2020

No puedo respirar


“No puedo respirar”
dijo George Floyd cuando la rodilla del policía le oprimía las vías respiratorias en Minneapolis durante ocho minutos y cuarenta y seis segundos.

“No puedo respirar”
dicen los millones de personas contagiadas por el Coronavirus SARS-CoV-2 en todo el mundo.

“No puedo respirar”
dijo el murciélago o el pangolín enjaulado cuando fue vendido en el mercado de Wuhan.

“No puedo respirar”
dice la madre agotada por las labores de la crianza, el cuidado del hogar y el teletrabajo.

“No puedo respirar”
dice un niño brasileño en una favela militarizada.

“No puedo respirar”
dice la ballena varada en una playa de la Patagonia.

“No puedo respirar”
dice el campesino asediado por la sequía.

“No puedo respirar”
dice el salmón hacinado en su jaula en las aguas frías de un fiordo.

“No puedo respirar”
dice el coral afectado por la acidificación del océano.

“No puedo respirar”
dice el colibrí cansado de respirar el smog de la ciudad.

“No puedo respirar”

dice el joven microtraficante enganchado al policonsumo.

“No puedo respirar”
dice el sauce secándose a orillas del río seco por la represa de aguas arriba.

“No puedo respirar”
dice el profesor a tiempo parcial explotado por la universidad que lucra con su saber.

“No puedo respirar”
dice el estudiante encapuchado envuelto en gas lacrimógeno.

“No puedo respirar”
dice el carabinero encerrado en el guanaco zarandeado.

“No puedo respirar”
dice la mujer que limpia los baños del edificio.

“No puedo respirar”
dice el obrero apretado en el metro.

“No puedo respirar”
dice el glaciar cubierto de polvo por la actividad minera.


“No puedo respirar”
dice el padre de familia angustiado por no poder llegar a fin de mes.

“No puedo respirar”
dicen los niños que viven junto a la termoeléctrica, en una de tantas zonas de sacrificio.

“No puedo respirar”
dice el tapir que escapa de la Amazonia en llamas.

“No puedo respirar”
dice la araucaria sagrada al pewenche que la cuida

“No puedo respirar”
dice el koala con su pelaje quemado.

“No puedo respirar”
dice el bombero que apaga el incendio provocado por el ganadero.

“No puedo respirar”
dice la vaca en el matadero.

“No puedo respirar”
dice la mujer confinada junto a su maltratador.

“No puedo respirar”
dice el delfin atrapado en la red de pesca de arrastre.

"No puedo respirar
dice el preso hacinado en la celda.

“No puedo respirar”
dice el funcionario hastiado de su rutinario trabajo y de su jefe.

“No puedo respirar”
dice la víctima del abuso.

"No puedo respirar"
dice la abuelita con una pensión miserable que no le alcanza para vivir dignamente.

“No puedo respirar”
dice la niña esclava bengalí, cosiendo prendas de vestir para la moda rápida.

“No puedo respirar”
dice el refugiado en el campo de refugiados en el desierto del destierro.

“No puedo respirar”
dice la mujer migrante víctima de trata.

"No puedo respirar"
dice el emprendedor auto-explotado.

“No puedo respirar”
dice la Madre Tierra.

“No puedo respirar”
dice el futuro, la humanidad, la esperanza.

“No puedo respirar”.
Signo de los tiempos.
Grito del alma del mundo oprimida.
Clamor por la vida convertido en cántico de protesta.
Epitafio planetario grabado en la memoria.