martes, 14 de enero de 2014

Espadas, Arados y Crisálidas

El pasado mes de agosto co-facilité con Claudia Raffo el segundo Encuentro de la Tercera versión del Diplomado en Coaching Organizacional para la Sostenibilidad de la Escuela de Innovación Organizacional para la Sostenibilidad de Out of The Box 360. Dado que el diseño del proceso de aprendizaje esta intencionado para seguir el proceso U propuesto por Otto Scharmer, dicho encuentro correspondía a la fase de mayor profundidad y presencia colectiva, un momento en el que los facilitadores también deben entregarse al proceso de transformación para que los participantes vivan su proceso de conexión con su fuente de inspiración y propósito, dejando algo atrás y abrazando lo emergente.


Durante la tarde del primer día, tuvimos una sesión de Biodanza, facilitada por la instructora didacta Andrea Morales. Tocaba la danza del fuego. En un ejercicio de la sesión, nos sentábamos en círculo y cada uno salía al centro para vivenciar su propia danza del guerrero, usando un palo de lluvia como si fuera una metafórica espada. El turno me llegó en último término. Caminé al centro, sentí la tensión en mi cuerpo. Inspirado en el mito artúrico de Excalibur, saqué la espada de la roca. Tras unos movimientos propios de una kata de algún arte marcial oriental, la danza me llevó a golpear la espada contra el suelo, con una fuerza tal que el palo de lluvia se resquebrajó y comenzaron a desparramarse al rededor de la sala las semillas de su interior (en realidad eran piedritas, pero todos los allí presentes la percibieron como semillas, por lo que así quedarán en el relato).

Así, como si de un acto psicomágico de Alejandro Jodorowski se tratara, se cumplió la profecía de Isaías 2,1-5. La espada se convirtió en arado. El guerrero se transforma sembrador. En ese instante, se me está apareció una nueva metáfora que integraba dos arquetipos que habían estado en oposición. El guerrero yang que penetra, ataca y conquista. El jardinero yin que siembra, cultiva con cuidado, espera paciente y cosecha. El guerrero sembrador. La espada arado. En el acto de sembrar también se penetra la tierra, como el acto de amar también disemina la simiente.



Durante el segundo día, se dio un momento cuidado, íntimo y delicado, de silencio individual y colectivo en la naturaleza, de presente expandido, de conexión con la vida que habito y que me habita, solo guiado por las preguntas: ¿Qué viene a mi? ¿A qué me está llamando la vida?

En ese silencio, mis pasos me condujeron a través del jardín hasta un arbusto que contemplé con atención y curiosidad, hasta que súbita, inesperadamente y por primera vez en la vida, mi mirada peregrina se posó sobre una crisálida. Era un pequeño receptáculo cilíndrico vacío y oscuro de no más de tres centímetros de alto y unos pocos milímetros de diámetro, que colgaba verticalmente desde una ramita. La tomé en mis manos suavemente. Era liviana y frágil, efímera tras haber cumplido su función de contener, sostener, cuidar, permitir, proteger, nutrir, el proceso de metamorfosis de una oruga en mariposa. Contenedor de la transformación.



Aparecían también en mi camino espirales...   caracoles, brotes de helechos, sarmientos de enredaderas, vainas secas en  retorcidas en espiral. La espiral como proceso no lineal de despliegue del potencial, como figura que une el uno con el infinito, que se expande en forma lenta, orgánica, pero exponencial.

Para mí el significado de todos estos símbolos se fue dilucidando con claridad. Sembrar, diseminar con la energía del guerrero (la resolución) semillas de futuro. Dar espacio para sostener procesos de transformación. Glocalminds como semillero de sueños, crisálida de líderes y agentes de cambio, escuela de facilitadores y alquimistas.