viernes, 18 de enero de 2019

Preguntas Tardías

Hoy desperté lleno de poesía
o mas bien
atragantado de preguntas.
Si no las vomito, muero.

¿Cuántos países tuvieron 
que recorrer nuestros cuerpos
para que nuestras almas
por fin se encontraran?

¿Cuántas parejas pasaron
antes por cada maldita cama
antes de encender
esta bendita llama?

¿Cómo se  llama
esa sensación
entre la admiración,
y el cariño verdadero,
que parece amor,
pero esconde 
un profundo deseo? 
¿Cómo se llama 
esa seguridad 
de sentirse en casa
en cada abrazo
sin miedo al silencio
ni tampoco 
a las palabras?

¿Qué hacer cuando
el cuerpo estalla,
el alma brilla
y la conciencia no calla?

¿Qué elegir cuando
la naturaleza se expresa
y el juicio la amarra?

¿Con quién quedarse 
si el placer es natural
y la culpa cultural?

¿Cuántos años puede durar
una tensión sexual no resuelta?
¿por qué  el deseo 
del cuerpo arde
cuando ya es 
demasiado tarde?

¿Cuantos años puede 
habitar la verdad callada
en algún lejano
y secreto rincón
de nuestra alma?

¿Cuánto es posible aprender
cuando todos somos 
aprendices y maestres
en un ciclo sin fin
compartiendo entre la gente
la sabiduría emergente?

¿Cuánta agua  
brota incesante
en la vida 
de una fuente?
¿Cuánta luz cae
sobre la tierra
diariamente?
¿Cuánto amor fluye
y se derrama
en un corazón 
en llamas?
¿A cuántos seres 
es posible amar
simultáneamente?

¿Cuántas promesas 
se rompen en una vida?
¿Cuánta vergüenza
cabe en un espejo?
¿Cuán ancho debe ser un corazón
para ser capaz de perdonar un error?
¿Donde están los límites
de la aceptación incondicional?
¿es el amor una prisión
o una libertad condicional?
¿Cuántos síes pronunciar
hasta aprender a decir que No?
¿Cuántos noes escuchar
hasta atreverse a decir Sí?

¿Ser recordado 
como un hombre bueno
o ser recordado 
por ser sólo
humanamente 
humano?

¿Quién convierte en tentación
el gozo de habitar en tu presencia?
¿Por qué este ardiente corazón
no quiere escuchar a su conciencia?

¿Quién podrá zurcir de nuevo
el amor y el deseo,
la mente y el corazón
el alma y la conciencia,
el cuerpo y la razón,
la memoria y la ausencia,
el placer y el lamento?
¿Cuándo, en qué momento?

¿Quién traerá el hilo de Ariadna
en este laberinto en que me encuentro,
Minotauro perdido o
Coyolxauhqui desmembrada?


¿Cuántas preguntas sin respuesta?
¿Qué sería de la vida 
sin estos sagrados misterios?

¿Cuántos versos
serán escritos
hasta que cada
pensamiento 
proscrito 
y perverso
quede en paz
con este maldito 
y cruel universo?

domingo, 13 de enero de 2019

Conflicto interior

Dado mi trabajo como facilitador, a veces me toca acompañar procesos de diálogo en diversos territorios y contextos marcados por los conflictos socioambientales. Con cierta frecuencia me encuentro con dinámicas que operan en forma inconsciente en los grupos y colectivos humanos.

La tendencia cultural a evitar conversaciones difíciles no contribuye precisamente a evitar los conflictos, sino que posterga su expresión explícita y  perpetúa estados de ánimo marcados por la resignación, el resentimiento, la rabia acumulada y la desconfianza recíproca, deteriorando el tejido social y alimentando narrativas culpógenas, donde "el otro" siempre es acusado de tener la culpa de "mis problemas". Este patrón de atrincheramiento entre los unos y los otros, los buenos y los malos,  los míos y los vuestros, tiende a instalarse y reproducirse a sí mismo en el campo colectivo.

Por ello, uno de los primeros trabajos que hacemos los facilitadores es buscar el terreno común. ¿Qué es lo que nos une? ¿Qué tienen en común las partes en conflicto? ¿Qué es lo que desean cuidar?¿Qué les importa realmente? ¿Qué necesidad subyacente genera la tensión?

Cuando colectivamente descubrimos aquello importante que queremos conservar, aquello que tememos perder, tomamos conciencia de nuestra  corresponsabilidad, tanto en las causas de los problemas como en las posibles soluciones.

Para lograr llegar a ese punto de co-responsabilidad, es necesario lograr un entendimiento compartido de la dinámica sistémica de los actores y factores que provocan y perpetúan el conflicto. Cuando nos sumergimos en el proceso, tarde o temprano llega un momento en que nuestro sentido de pertenencia se desplaza hacia la pertenencia a un sistema mayor. Cuando las partes descubrimos que pertenecemos a un mismo sistema que nos importa, del cual nos sentimos responsables, nos conectamos con un propósito compartido.

En ocasiones  los conflictos, especialmente los socioambientales, se entrampan en lógicas transaccionales que pueden reproducir patrones asimétricos asistencialistas que terminan deteriorando el tejido social.  Para superar  la lógica transaccional, se requiere evolucionar hacia una lógica trascendental, donde los actores salen de la trampa transaccional  y se comprometen con la construcción de una visión compartida del futuro deseado. Ser parte de dicha cocreación de futuro compartido, le dota de sentido al proceso colaborativo, que puede llegar a resultar transformador para las partes.

Muchas veces las conversaciones para resolver conflictos se centran en términos técnicos o jurídicos. Sin embargo, este esfuerzo cognitivo lleva con frecuencia al agotamiento de las partes. ¿Qué posibilidades de abrirían si aceptásemos la sabiduría de la intuición? ¿En qué parte del cuerpo sentimos nuestros conflictos?

En ocasiones he visto como los conflictos generan una carga emocional en los involucrados que les lleva a sufrir una tensión adicional en sus cuerpos. Esta tensión obstaculiza la apertura al aprendizaje necesario para desbloquear los procesos colectivos. Estas tensiones se acumulan dentro y entre cada involucrado, afectando a sus actitudes y comportamientos y por consiguiente, a las posibilidades de transformación del conflicto hacia estados de menor tensión.

Cuando una situación de conflicto cae en un patrón de anquilosamiento y bloqueo, las partes socias en conflicto tienden a naturalizar su situación, a elaborar narrativas que atribuyen la responsabilidad a terceros, eludiendo su propia responsabilidad con discursos auto-desempoderantes que proyectan la agencia (la capacidad de acción) en un otro.

Últimas Comuniones

 ¿Por qué de chiquitos
vestíamos de blanco
o de marineritos
en la celebración
de la Primera Comunión?

¿Por qué de adultos comulgar
se vuelve rutina dominical,
en una lenta y silente fila,
rito sin sentido ritual?

¿Cuándo olvidamos
celebrar como antes
la verdadera comunión
de cada instante?

Contemplo por un segundo
el brillante firmamento
y siento por un momento
el palpitar de este mundo.

Cada astro del universo
gravita como neurona
que encendida explosiona
en mi cerebro inmenso.

En eufórica calma celebro
cada conexión sináptica
de cada cuerpo celeste
en la armonía galáctica
de un solo cuerpo, éste.

En el silencio oscuro
de la noche estrellada
bailo descalzo la danza
con el alma callada
en secreta alabanza
al compás titilante
de la sinfonía extenuante
de grillos de un conjuro.

Camino en el bosque sagrado
mis pasos bendicen la tierra
mi canto se vuelve ofrenda
y en el silencio descubro
el verdadero santuario.

Sentados en círculo
el presente se expande
crepitando el fuego arde
nuestras almas y memorias
vibran como cuerdas de guitarra
en tonos resonantes
de un acorde de concordia
mientras a lo lejos, lejos
rechina la cigarra.

En la cumbre allá arriba
el valle se vuelve pequeño
el humano se vuelve hormiga.
Lección de humildad
tan cerca de cielo.
Caminar con mucho empeño,
mirar con altura de miras
ascender en cada paso el cuerpo
sin elevar el tamaño de  mi ego.

En el seco horizonte
del solitario desierto
se funden cielo y suelo
como yo me fundo
derretido por el viento
uno con el todo,
todo con el uno.

Donde termina la placa
de cualquier continente,
el infinito azul comienza
donde todo se mueve
con el flujo de la marea,
la gravedad ya es leve
ante el mayestático vuelo
de la manta-raya,
soy efímero mortal
que se disuelve,
minúsculo humano
ante el reino de Neptuno,
soy un grano de sal
perdido en el océano.

Da igual si es de noche o de día,
solo o en compañía,
en los bosques o desiertos, 
en el mar o la montaña
cuando el alma está despierta
la comunión se vuelve
pan nuestro de cada día.




Uno sólo



Cuando estoy sin ti
soy uno solo.
Cuando estoy en ti
somos uno sólo.

Si fuiste altar
yo fui ofrenda.
Si fuiste templo
yo fui oración.
Si fuimos uno,
nuestros cuerpos
fueron santuario
y amarnos fue
un sacro oficio.

El pulso de la tierra,
el latido del corazón,
el murmullo del arroyo,
el susurro del viento...
cuando estamos juntos
son uno sólo!

En tí, en mí, en ello,
no hay ningún abismo
entre la naturaleza
y el espíritu mismo.
Y todo así es bello.

Morí en ti
cada noche
en el instante
que fuimos uno.

Luz, fuego, amante
de lava y espuma,
explosión salvaje.

Por un instante infinito
despertamos en el paraíso.
No importa que no sea eterno...
si este placer existe
ya no temo al infierno.

Ya no es preciso
que se abra el cielo
ni que entre un rayo
Cuando tú me miras
descubro en tus ojos
las puertas del paraíso.

Ya no hay tiempo


Ya no hay tiempo.
Nacimos demasiado tarde.
Morimos demasiado pronto.
Vivimos demasiado rápido.
Morimos demasiado lento.

El tiempo ya no existe
pero es al paso del tiempo
lo que más tememos.

El futuro ya no es lo que era.
El pasado ya no será lo que fue.

En el presente
no hay tiempo
ni para nacer,
ni para morir
ni para parar,
ni para vivir

En el presente
ya no hay presente
ni futuro ni pasado.

En el presente
ya no hay tiempo
para estar presente.

Es la falta de tiempo
la falsa excusa
que en todo lugar se usa
cuando otra cosa falta.

Solo tiempo tenemos
al final de los días, tiempo
es lo único que tenemos.

Al final de los días
descubrimos
que tiempo fue
lo único que tuvimos.

Y sin embargo sabemos
que tiempo es lo único
que tener no podemos,
que tiempo es lo único
que parar no sabemos
que tiempo es lo único
que perder no queremos.
¿Qué tiempo es único?
Ese en el que creemos.