domingo, 8 de noviembre de 2020

Gazte Makaldia



El Club de Tiempo Libre Gazte Makaldia fue fundado por cuatro jóvenes: Guillermo Bernal, Iñigo Allica, Aurelio de la Torre y Araceli Uríbarri. Tres de ellos eran ex alumnos del Colegio Urdaneta, aficionados al baloncesto y la vida al aire libre. Ellos fueron los primeros monitores. Después se sumarían en sucesivas oleadas, Alberto Barcenilla , Ainhoa Oleagotia, Ainhoa Rementería , Asier Oleagoitia, Irantzu, Víctor del Amo, Rubén, Adrián, Pedro Ruiz, Mónica Martín, Cristina Gamboa, Nerea Matute, Jon Zubeldia, Silvia, Gorka, Ignacio, Natalia, Jordi, Ramón y Luis.

Recuerdo que las primeras excursiones fueron en otoño de 1988 a Orduña y a Urkiola. El primer taller, un sábado por la tarde, fue de botellas de sal pintada con tiza. Mi madre todavía guarda una de aquellas botellas. Durante el invierno hacíamos excursiones de día a Zalla, a Bermeo, al Txinbito,  y también salidas de fin de semana o de 3 a 4 días a los albergues de la diputación: Euba, Atxondo, Zarauz, Izurtza, entre otros.

Los campamentos de verano eran en la chopera del padre de Aurelio, en la localidad burgalesa de El Berrón, en la entrada del Valle de Mena, en las cercanías de Balmaseda, el Pantano de Ordunte, el monte Kolitza, junto a la frontera entre Burgos y Vizcaya, Euskadi y Castilla.

Participé como chaval unos cinco años, y después unos 4 años como monitor. Tuvimos dos campamentos "normales" en 1989 y 1990, un campamento volante en torno a Ordunte y Kolitza en 1991, y un campo de experiencias en 1992. A partir de 1993 ya entré como premonitor en lo que fue la Campaventura, que fue un campamento temático, ambientado en un mundo fantástico, dirigido por el gran Alberto Barcenillas. Después vinieron varios campamentos temáticos más, hasta 1996. Creo recordar que en 1997 fue el último, pero yo ya no asistí más que un día de visita.

Inspirado por aquellas experiencias, me formé como Monitor de Educación en el Tiempo Libre en la Escuela Iturralde de Itaka-Escolapios de Bilbao. El curso duraba todos los sábados por la mañana durante un año, además de varios monográficos de un día entero. Dos obligatorios, como el Perfil del Monitor y Dinámica de Grupos, y dos optativos. Yo elegí el de Educación para el Desarrollo y el de Educación para la Paz. Aún recuerdo varias de aquellas dinámicas, como la de los Papalagi, que fraguaron en mí un incipiente interés por la interculturalidad y una mirada crítica a los modelos de desarrollo y las desigualdades Norte - Sur.

Gazte Makaldia, "chopera joven" en euskera, fue muchas cosas para mí, probablemente para muchos. Fue una fuente interminable de buenos recuerdos, de nuevas experiencias, de sensaciones, de desafíos. Fue compañerismo, trabajo en equipo, sensación de comunidad. Fue descubrirnos y abrirnos a explorar el mundo. Fue aprender a amar y cuidar la naturaleza. Fue un baño de pluralismo, donde pude conocer a personas de distintos orígenes sociales y creencias políticas muy diferentes a la mía.  Fue un espacio de libertad y creatividad colectiva. Fue una escuela de aprendizaje vivencial, donde aprendí cosas tan importantes como armar una tienda de campaña, hacer mi mochila, cocinar. lavar platos, fregar, barrer, limpiar baños, clavar clavos con un martillo, armar un mecanotubo, construir un comedor, pintar un puente, guiar grupos. aplicar primeros auxilios. contar cuentos, organizar una misa,  tocar la guitarra, improvisar, planificar, facilitar dinámicas y evaluar, hacer un vivac, hacer mimo, hacer masajes, probar el txakolí...

Sin duda, gran parte de lo que soy hoy, especialmente en relación con el amor a la naturaleza, el compromiso con la sostenibilidad, la pasión por la educación experiencial y la facilitación tiene sus raíces en aquellas vivencias entre los once y los veinte años.

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