viernes, 15 de abril de 2011

De la Fragilidad, la Ternura, lo Esencial y lo Accesorio

Nunca dejará de sorprenderme cómo algo tan diminuto e insignificante como un virus puede gatillar tantos aprendizajes.

Hace tan solo una semana estaba viviendo una experiencia cumbre en mi carrera profesional, facilitando un taller participativo con una comunidad pewenche para definir su visión de futuro en relación con el turismo y las experiencias que desean ofrecer al mundo, en el marco de un proyecto financiado por CORFO, articulado por WWF y ejecutado por Travolution.



Era como si toda mi vida me hubiera preparado para ese momento, pues en este taller se combinaban saberes de ecoturismo, marketing, participación comunitaria, interculturalidad, desarrollo local y sostenibilidad, ámbitos de los que he ido aprendiendo en teoría y práctica, los libros y el barro, durante los últimos doce años. Antes de volver a casa, participé en un Flow Game con el equipo impulsor del HUB Santiago, facilitado por Valentine Giraud, que actuó como anfitriona de nuestro proceso de diálogo profundo en la casa de Cristian Figueroa en Malloco.



Pero fue al llegar a casa que comenzó verdaderamente la historia que quiero contar. Mi hijo de 4 meses había presentado signos leves de un resfrío común, pero durante el fin de semana los síntomas empezaron a empeorar. Llegó a tener más de 39°C de fiebre y una tos muy fea. Yohana justo estaba incorporándose a su trabajo nuevo en un consultorio de salud pública de Conchalí, por lo que el lunes tomé a Salvador y lo llevé al médico a la Clínica Indisa. Varias horas, radiografías, y análisis de virus después, el diagnóstico era bronquitis obstructiva aguda. Tras una pésima noche, al día siguiente, mi cuñada lo llevó al Hospital Roberto del Río. Allí el diagnóstico fue menos optimista: principio de Bronco-neumonía. Dos diagnósticos divergentes, dos hipótesis subyacentes: ¿virus o bacteria? Síntomas similares, pero las implicaciones de una u otra no eran banales. La ansiedad como padres era igual de intensa.

Yohana finalmente accedió a tomarse licencia, lo comunicó en su trabajo. En mi caso, suspendí todas las reuniones de trabajo de la semana. Las tesis, las reuniones, los emails, los talleres, los negocios... súbitamente, todo aquello que nos roba el tiempo cada día, todo podía esperar. Todo aquello era accesorio. Un microbio nos había servido para centrarnos en lo esencial y darnos cuenta de lo verdaderamente importante. Una enfermedad nos mostró la fragilidad de la vida. Descubrimos que en el corazón de la paternidad habita la ternura. Acuñé un nuevo concepto: la paternura.

Junto con la profesionalidad y compromiso del pediatra Dr. Francisco Riedemann, deseo agradecer al Kinesiólogo Homero Puppo, quien ha venido todos estos días a nuestro domicilio para hacerle masajes en el pecho. También recibimos el cariño y la solidaridad de los amigos, y familiares, cercanos y lejanos. Comprensión y apoyo por todos lados. Qué gusto. Muchas gracias a todos.

Salvador, con sus tan solo cuatro meses de vida, ya nos ha mostrado lo que viene a traernos a esta vida: Serenidad, Alegría, Sencillez, Fortaleza y ganas de vivir, que no es poco.

4 comentarios:

crisfigueroall dijo...

creo que los dias antes y después de tu historia nos están moviendo el piso.. fue lindo lo del flow game y después las enseñanzas de vida que nos dejo VAlentine y Martin ... gracias por tu post. abrazos

cf

Pablo Villoch dijo...

gracias, a ti, Cristian, por estar siempre ahí.

Juan Marambio dijo...

Pablito, como diría Max-Neef: lo pequeño no es más que lo infinito a escala humana!
Vaya lección de tan pequeño microbio!!
Espero que Salvador se esté recuperando!

Un abrazo!!

Ale dijo...

Querido Pablo y Yohana,

Es con tu post que me entero el momento que han vivido, me alegra que Salvador esta mejor.
Un abrazo gigante a los cuatro espero verlos pronto
ALE