domingo, 10 de octubre de 2021

Tu vida en una maleta

(Foto: Roberto Miranda)


Imagina meter toda tu vida en una maleta.


Imagina despedirte de tus seres queridos,

decir adiós a tu familia de origen, 

tus amistades, sin saber 

cuándo las volverás a ver.

Imagina abrazar a tu madre,

sintiendo que puede ser la última vez.

 

Imagina atravesar todo un continente por carretera

de bus en bus, durmiendo en las estaciones,

o en alguna que otra pensión de mala muerte.

 

Imagina vivir a la intemperie,

despertar cada mañana sin saber

qué comerás o dónde dormirás.

 

Imagina entregar lo que queda de tus ahorros a un extraño,

ser estafado por coyotes y mafias 

que trafican con miles de personas cada año.

 

Imagínate una noche fría en el desierto altiplánico,

atravesando la frontera por un paso no habilitado,

con temor a pisar una mina antipersonal,

con tu hija en brazos.

 

Imagina ser detenido,

 humillado, denigrado,

ser tratado como ganado.

Imagina perder tu pasaporte,

y con él tu dignidad y tus derechos.

Imagina vivir y crecer en un campo de refugiados.

 

Imagínate buscando una vida mejor

con el anhelo de comenzar de nuevo.

Imagínate pidiendo asilo.

Imagínate comenzar de cero.

 

Imagínate esperando filas interminables

 para regularizar tus papeles.

Imagínate sentirte minoría.

Imagínate pasar la navidad y 

tu cumpleaños lejos de casa.

 

Imagínate obligado a dormir 

en una carpa provisoria 

en un parque o una plaza.

 

Imagina que una gente exaltada

vienen a quemar tu campamento, 

tu equipaje, tu maleta.

Y que tu pequeña hija inocente, 

con su mochila rosa a la espalda,

 es testigo de toda esta violencia.

Imagina su alma desarraigada. 

Tu vida en una maleta.

Su vida en una mochila rosa.

 

¿Acaso no somos todos extranjeros

 en algún lugar del mundo?

Ningún ser humano es ilegal.

La crisis no es migratoria.

La crisis es de inhumanidad. 

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