miércoles, 16 de abril de 2014

Más allá del Optimismo y el Pesimismo

Una amiga israelí preguntó en Facebook... ¿Qué razones encuentras para ser optimista? 
Bastó esta mera pregunta para gatillar una reflexión sobre el fundamento irracional de la esperanza.

El profesor Humberto Maturana plantea que una teoría es un constructo racional que se sostiene en premisas o supuestos no racionales (lo que elegimos creer). En mis talleres de Liderazgo para la Sostenibilidad a menudo encuentro entre los estudiantes las mismas preguntas que se han hecho pensadores de todas las épocas desde la antigua Grecia hasta la Ilustración francesa.¿Es posible el cambio? ¿Cuánto puede transformarse un adulto? ¿Es el hombre bueno por naturaleza? ¿acaso la sociedad lo corrompe? ¿Son todos los empleados flojos? ¿ O son capaces de auto-motivarse? 

Heráclito frente a Parménides, Hobbes frente a Rousseau, MacGregor frente a Ouchi... Autores cuyos pensamientos nos visitan con frecuencia en los espacios de aprendizaje que facilito. Paradojas aparentemente contradictorias, oxymoron, enigmas koan que solo pueden ser resueltos con un satori. Con frecuencia la reflexión final asemeja la respuesta de un maestro zen. Tanto si eliges creer una opción como si piensas lo contrario, estás en lo cierto, puesto que actuarás como si esa creencia fuera verdadera, creando en el mundo una profecía de autocumplimiento, como en el Efecto Pigmalión


Hace tres siglos, Thomas Maltus fue acusado de hacer de la economía una ciencia del pesimismo. Frente a los obscuros augurios que vaticinaba Malthus, surgió la hipótesis del "optimismo tecnológico", que básicamente se resume en "No os preocupéis, la tecnología nos salvará". Cuando Donella Meadows planteó "Los límites al crecimiento" en su informe al Club de Roma en 1972, se le acusó de neomalthusiana. Cuarenta años después de su investigación, sus estimaciones son sorprendentemente vigentes:


Hoy, en pleno siglo XXI, aun hay fervientes personas que eligen creen en el optimismo tecnológico. Peter Diamandis, escritor de Abundance e impulsor de la Singularity University, es uno de sus principales cabezas. Apoyado en la Ley de Moore, sobre el crecimiento exponencial de las tecnologías, invita a soñar un futuro de computación infinita. ¿Cambio climático? No os preocupéis, los paneles fotovoltaicos se masificarán y reduciremos nuestra dependencia de combustibles fósiles. ¿Hambre? No os preocupeis, imprimiremos los nutrientes en impresoras 3-D. ¿Enfermedades? No os preocupeis, las impresoras 3-D que funcionarán con energía solar a partir de los paneles fotovoltaicos producidos por impresoras 3-D, producirán medicamentos accesibles en base a bio-nano-tecnología. ¿Cuándo se da el punto de inflexión para que tecnología se masifique? Cuando su interfaz se hace amigable para el usuario. Los computadores personales, la internet inalámbrica, la telefonía celular ya han pasado por ese punto en las últimas dos décadas. Se estima que durante la próxima década se masificará la energía solar, la impresión 3-D, la ingeniería genética, la computación infinita, la bionanotecnología, la internet de las cosas, la realidad aumentada...




Margaret Wheatley, fundadora del Instituto Berkana, invitaba en 2009, cuando Obama era elegido con el lema "Hope" a ir a un lugar más allá del miedo y la esperanza, para liberarse de expectativas y conectarse con el presente. Humberto Maturana plantea que la conducta ética espontánea surge en condiciones de ausencia de prejucio, exigencia o expectativa, cuando se dan los pilares del conocimiento, entendimiento sistémico y una acción adecuada accesible. En resonancia con lo anterior, Otto Scharmer en su Teoría U, invita a entrar en un estado de Presencia, con una mente abierta, un corazón abierto y una voluntad abierta, para lo cual se requiere suspender la voz del juicio, superar la voz del cinismo y enfrentar la voz el miedo, las tres barreras que es necesario franquear para llegar a dicho estado de Presencia y conexión con el propósito, con la fuente de inspiración, con el mejor potencial futuro. El Espacio Abierto que operacionaliza Harrison Owen, es precisamente una invitación a soltar el control, a aceptar lo emergente sin miedos, ni juicios ni expectativas. El Espacio Abierto, puede entenderse como un espacio de presencia colectiva donde emergen conversaciones colaborativas y coinspirativas en un convivir ético espontáneo.

En su quinto informe, el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático IPCC endurece su discurso sobre los riesgos del actual rumbo de colisión y enfatiza el sentido de urgencia de un cambio drástico de modelo. Hasta el Papa Francisco I ha dado relieve a la agenda ambiental de la Iglesia. Si bien la ciencia lleva cuatro décadas alertando de las graves consecuencias de la inconsciencia colectiva, no pareciera haber extensos ni profundas transformaciones en el modelo subyacente. El geógrafo Jared Diamond en su libro Colapso detalla con ejemplos históricos los efectos de la estupidez colectiva. Numerosos líderes y autores que han dedicado su vida al cambio de conciencia de la población -el mismo Karl-Henrik Robert, Meg Wheatley, Rodrigo García Pizarro...- reconocen su frustración, y al escucharlos, resulta fácil  contagiarse del pesimismo, la desesperanza, la indiferencia, la decepción,  incluso la rabia. Sin embargo, esto lleva a preguntarnos ¿qué emocionalidad es necesaria para movilizar exponencialmente a la sociedad hacia un habitar humano más justo, sostenible y próspero dentro de los límites planetarios?




Los discursos más catastrofistas, apelando al sentido de urgencia, generan miedo, que es una emoción de nuestro cerebro reptiliano, que nos predispone a paralizarnos, huir o luchar. Sálvese quien pueda.

   

Los discursos más optimistas, apelando a la abundancia, invitan a la confianza, a la colaboración. En los escenarios extremos, la eu-topía Verde Brillante frente a la dís-topía Verde Oscura. El mundo corporativo prefiere pensar en una eu-topía Verde Brillante. "Nuestros clientes desean televisiones más grandes con menor huella de carbono" escuché en la Feria Bright Green en Copenhague en 2009. Recomiendo leer la Visión 2050 del Consejo Empresarial para el Desarrollo Sostenible (WBCSD). Por su parte, la dis-topía Dark Green, habitual en los movimientos de transición, permacultura y ecoaldeas, invita a una vida post-pico petrolero más digna pero austera, volviendo a lo básico, a la bicicleta, al huerto urbano, a sistemas de alimentación local.

Los suecos Karl-Henrik Robert y Göran Broman, fundadores del MSLS, plantean:

"El desafío de la sostenibilidad no es si tendremos suficiente energía, comida u otros recursos tangibles, que los tendremos. La pregunta es.. Habrá suficientes líderes a tiempo?"

Por tanto, aceptan el optimismo tecnológico, pero se sitúan en una suerte de pesimismo institucional. Habrá suficiente tecnología, pero... ¿seremos capaces de crear los sistemas de gobernanza y cambio organizacional necesarios oportunamente?

Para ello, durante la próxima década necesitamos formar líderes conscientes, conectados con su propósito, inspirados, capaces de colaborar interculturalmente a gran escala, dotados de pensamiento sistémico, lenguaje generativo y habilidades de diseño ontológico. Para ello es necesario multiplicar con una lógica exponencial los agentes de cambio, los facilitadores, emprendedores sociales, innovadores sostenibles... da igual el apellido. El talento y el ingenio son abundantes en todas las clases sociales y culturas. Necesitamos generar condiciones para que la sabiduría colectiva se libere. Juanita Brown y David Isaacs dieron con una serie de condiciones para liberar la inteligencia colectiva que paquetizaron en el Café Mundial.

Fernando Flores, en  "Surfeando el Futuro", nos invita a literalmente a navegar la incertidumbre, desde la emocionalidad de una "Esperanza Radical", término acuñado por el antropólogo de Johnatan Lear, al estudiar la desaparación de distinciones significativas que le daban un sentido al vivir de pueblos indígenas de Norteamérica. 


Tras el Holocausto, un superviviente judío de los campos de concentración nazi dio este testimonio: "Los primeros en morir fueron los pesimistas. Los segundos en morir fueron los optimistas. Solo aquellos que se aferraron a una fe y una esperanza anclada en una creencia profunda encontraron la convicción necesaria para salir adelante"

Tal vez la ingeniería nos dé razones para el optimismo. Tal vez la ciencia nos alerte más desde el pesimismo. Da igual. Para liderar e inspirar a otros a evolucionar, para cuidar y conservar aquello que queremos conservar y transformar lo que es necesario transformar, los argumentos racionales no son suficientes. Se requiere un coraje cívico, una pasión y un entusiasmo perseverante que solo surge de un acto deliberado de esperanza radical no racional.